El jilguero de Donna Tartt

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La estelar carrera literaria de Donna Tartt se inició en 1992 con su primera novela, El secreto, a la que siguió una década más tarde Un juego de niños- A Tartt le gusta tomárselo con calma y contemplar cada personaje, cada palabra, incluso cada coma…, disfrutar de los mundos multifacéticos que crea. “Soy como una astronauta -le dijo a un entrevistador-. Realmente estoy allá afuera mucho tiempo” Pasó otros diez años escribiendo su tercera novela, que a punto estuvo de no tener nada que ver con un jilguero ni con su creador Carel Fabritius.

Profundamente perturbada por los bombardeos talibanes de las esculturas de budistas del siglo VI en Afganistán, Tartt se sintió impulsada a escribir sobre el sinsentido de la destrucción de obras de arte. Decidió que en su historia -con independencia de la dirección que tomara- habría un niño obsesionado con un cuadro pequeño y fácil de llevar. En un principio, encontró una obra del artista Hans Holbein que parecía adaptarse a sus requisitos. Cuando en un posterior viaje a Amsterdam vio una copia de El jilguero de Fabricius, supo de inmediato que el pajarito atraería a ese niño. “Ese era el cuadro para mi libro”, dijo.

Así empezó a escribir la historia de Theo Decker, un chico de trece años que pierde a su madre en una explosión terrorista y se convierte en el secreto guardián del cuadro de Fabritius. Sorprendentemente no fue hasta dos años después de establecer estos puntos importantes de la trama cuando Tartt averiguó que Fabricius había muerto en una espectacular explosión de pólvora en Delft, mientras pintaba un retrato de un hombre llamado Simon Decker, dos coincidencias de épicas proporciones. “Fue como si Dios lo hubiera dejado caer en mi regazo. No sabía que detrás de ese cuadro había la historia de una catástrofe [….] Cuando ocurren coincidencias como esa sabes que las musas están de tu parte”, comentó en una entrevista a The Telegraph.

El joven Decker de Tartt pasa su adolescencia y primera juventud recuperándose de una terrible tragedia y lidiando con los interrogantes más importantes y confusos de su vida: ¿Por qué estamos aquí? ¿Cómo podemos soportar, al igual que el jilguero encadenado, nuestro sufrimiento? En su magistral homenaje a los clásicos del siglo diecinueve, Tartt busca respuestas emulando a Dickens, su ídolo literario con su virtuosa narrativa. Y, como Dickens, ella -o, mejor dicho Theo, su narrador- muestra el jilguero como una figura trágica. “Qué cruel era esa vida para una pequeña criatura viviente: aleteando apenas, obligada a posarse siempre en el mismo lugar sin esperanza” dice proyectando su propio dolor sobre el pájaro.

Sin embargo a medida que Theo sobrevive a una serie de experiencias catárticas y se hace más fuerte cambia su visión del mundo. “La esperanza es -bien mirado- esa cosa con plumas”, decía la gran poeta estadounidense coetánea de Dickens, Emily Dickinson. Theo se da cuenta de que al jilguero de Fabricius, depositario de tanta historia, simbolismo e incluso psicología: “No se le ve tímido, ni siquiera desesperado. Se niega a retirarse del mundo”. Al final del libro decide que tanto él como el jilguero, si bien todavía están sujetos a los caprichos a menudo carentes de sentido del destino, ya no son las víctimas. “ Que la vida es, entre otras cosas, triste. Que el destino es cruel, pero quizás no arbitrario. Que la naturaleza (en el sentido de la Muerte) siempre vence, pero que eso no significa que tengamos que resignarnos o arrastrarnos ante ella”. Vista de cerca, hasta la cadena del pájaro tiene un destello. En la vida “el dolor es inseparable de la alegría”.

En El jilguero Tartt ha mostrado a más de dos millones de lectores una obra de arte que tal vez nunca hubieran conocido. Una de esas vueltas de la vida hizo posible que el día de la presentación de El jilguero, el 22 de octubre de 2013, en Nueva York se inaugurara una exposición titulada “Vermeer, Rembrandt y Hals” y que uno de los cuadros expuestos fuera, como no, El jilguero de Fabritius. Encerrado en su pintura y atado con su cadena fue capaz de cruzar el Atlantico para encontrarse con quien le daría una segunda inmortalidad, Donna Tartt.

 

 

 

Extracto de El jilguero y Fabritius de Deborah Davis (Lumen, 2014)

 

Escrito por Donna Tartt

Donna Tartt

En 1992 Donna Tartt se dio a conocer al gran público con El secreto , una primera novela que sirvió para situar a la autora en las filas de los clásicos contemporáneos. Tras el éxito deslumbrante de aquella propuesta, transcurrieron once años de silencio. Hubo entonces quien pensó que Donna Tartt pasaría a la historia por ser la autora de una sola y magnífica novela, pero a principios de 2003 la gran escritora sureña, que ha ido construyendo su estilo en la tradición de Dickens, Melville y Kypling, volvió a triunfar con Un juego de niños . Ahora, once años después, ha dado lo mejor de sí misma con El jilguero, su novela más reciente, que ya ha cosechado un éxito sin precedentes en Estados Unidos y Europa, y está destinado a convertirse en un clásico del siglo XXI.
Al hilo de la publicación de El jilguero, Lumen vuelve a ofrecer El secreto y Un juego de niños como homenaje a la labor de la gran autora y a todos los amantes de la buena literatura.

Ficha técnicaLUMEN

Traductor AURORA ECHEVARRIA PEREZ

Páginas: 1152 Precio: 24,90€

Al acercarnos a El jilguero, vamos enfocando una habitación de hotel en Amsterdam. Theo Decker lleva más de una semana encerrado entre esas cuatro paredes, fumando sin parar, bebiendo vodka y masticando miedo. Es un hombre joven, pero su historia es larga y ni él sabe bien por qué ha llegado hasta aquí.
¿Cómo empezó todo? Con una explosión en el Metropolitan Museum hace unos diez años y la imagen de un jilguero de plumas doradas, un cuadro espléndido del siglo XVIII que desapareció entre el polvo y los cascotes. Quien se lo llevó es el mismo Theo, un chiquillo entonces, que de pronto se quedó huérfano de madre y se dedicó a desgastar su vida: las drogas lo arañaron, la indiferencia del padre lo cegó y su amistad con el joven Boris lo llevó a la delincuencia sin más trámites. Todo parecía a punto de acabar, y de la peor de las maneras, en el desierto de Nevada, pero no. Al cabo de un tiempo, otra vez las calles de Manhattan, una pequeña tienda de anticuario y un bulto sospechoso que ahora va pasando de mano en mano hasta llegar a Holanda.
¿Cómo acabará todo? Esto está en manos del talento de Donna Tartt, que a puesto al día las reglas de los grandes maestros del XIX, siguiendo a Dickens pero también a los personajes de Breaking Bad, para escribir El jilguero, probablemente el primer clásico del siglo XXI.