El arte de la fuga de Vicente Valero

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Me ha parecido este libro un pequeña obra maestra de esas que, como suele ocurrir, puede pasar inadvertida, y no encabezar jamás la lista de más vendidos. Inaudito. No se trata del interés que puedan despertar en el lector las semblanzas recogidas por Vicente Valero en estos tres relatos – que lo despiertan- sino sobre todo del prodigioso prosista que es este ibicenco, maestro de palabras luminosas, envolventes y musicales a años luz de la pretenciosidad de otras prosas líricas. Milagro que supo apreciar el jurado que le concedió el Premio Loewe en 2007.

El autor fantasea –no mucho- con tres momentos de las vidas de tres poetas fundamentales de trayectorias y cronologías distintas: los últimos días del místico Juan de la Cruz desterrado por sus “excesos” en un convento de Úbeda, el viaje a pie desde Burdeos hasta Stutgart de un atribulado Hölderlin, perseguido por funestas premoniciones sobre el bienestar de su amada, y la larga noche insomne en que el poeta de veinticinco años, Fernando Pessoa, se topa con la aparición de Alberto Caeiro, el primero de sus heterónimos, arranque de su desdoblada y portentosa personalidad literaria. De los tres, me quedo con esta última joyita sólo por gustos personales, por empatía con el mundo desquiciado y a la vez -o por ello- anclado en lo sencillo del poeta portugués, el mismo que me indujo hace algún tiempo a aprender a existir sin pensar en ello, a mirar las cosas a ras de lo que son, en definitiva, a no pensar tanto, porque “pensar no es otra cosa que estar malo de los ojos”. Es como un mantra que a veces pongo en práctica. Cada vez que me aqueja lo trascendente me prescribo unos minutos de contemplación de los árboles que veo por mi ventana o de la puesta de sol o de luna que me caiga más a mano.

Libro excelso, recalco, en el que se entrecruzan mensajes como lanzados de un poeta a otro desde el más allá de la sensibilidad que compartieron. Sobrecoge hasta la emoción cómo compartieron los tres poetas un mismo espíritu sublime elevándose por encima de la precariedad física, mental o económica. La superior condición humana de este singular trío queda divinamente enmarcada en el aforismo de Píndaro recogido en la página 64: “Quien camina sobre su dolor, camina hacia las alturas”.

 

 

Reseñado por LALE GONZÁLEZ-COTTA

lalectorablogger.wordpress.com

Escrito por Vicente Valero

Imagen Asociada

 

Vicente Valero nació en la isla de Ibiza en 1963. Es uno de los principales poetas de su generación, autor de seis poemarios y Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe. Acaba de publicar el volumen Canción del distraído (2015), compilación y resumen de su poesía. Como prosista ha publicado el ensayo biográfico Experiencia y pobreza. Walter Benjamin en Ibiza, 1932-1933 (2001), así como Viajeros contemporáneos (2004) y Diario de un acercamiento (2008), libros en los que confluyen la poética del viaje, la memoria personal y la reflexión artística. Se ha ocupado también de la correspondencia ibicenca de Walter Benjamin, Cartas de la época de Ibiza (2008). Además, Vicente Valero fue galardonado con el premio Nuevo Talento Fnac por Los extraños, su primera novela, que fue publicada por Periférica en 2014.

Ficha técnica

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14,75 euros 104 páginas
Los tres relatos extensos que componen este bellísimo libro recrean, desde la ficción, tres episodios históricos singulares (no exentos de misterio y, por tanto, favorables a las hipótesis más arriesgadas) protagonizados por tres poetas míticos: San Juan de la Cruz, Friedrich Hölderlin y Fernando Pessoa.
En el primero de ellos se narran los últimos días y la muerte del místico de Ávila en el otoño de 1591 en un convento de Úbeda. En el segundo se siguen los pasos del poeta romántico en su larga caminata desde Burdeos (adonde había llegado sólo cinco meses antes para ocupar un puesto de preceptor) hasta Stuttgart, en la primavera de 1802. En el tercero se describe la noche (8 de marzo de 1914) en que el poeta portugués concibió al primero de sus famosos heterónimos, Alberto Caeiro. Aunque nacidos en épocas muy diferentes, estos tres autores tienen en común, además del altísimo nivel de sus obras, un mismo impulso vital y poético hacia una plenitud que sólo parece poder alcanzarse en territorios extremos (la muerte, la locura, el desdoblamiento) mediante formas de autosacrificio y traspasando fronteras: la frontera de la vida, en busca de la unidad trascendente y definitiva; la de la razón, que llevará a una sintaxis nueva que funde y celebre un mundo sagrado y perdido; y la de la identidad, que propiciará el nacimiento de una voz multiforme que armonice los contrarios. De esta manera, en los tres episodios recreados por Vicente Valero asistimos a tres «fugas»; fugas que aspiran, sin embargo, a una integración más alta y diferente.
Este tríptico, que parece escrito al lado del camino, ofrece una mirada ejemplar sobre la naturaleza y las «pequeñas cosas» que conforman el mundo; al mismo tiempo que, desde una gran verdad no sólo literaria, se acerca a los anhelos, miedos y aparentes locuras de los hombres de cualquier época.