Expo 58 de Jonathan Coe

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Después de dos sobresalientes novelas en las que suavizaba su habitual tono satírico, Jonathan Coe vuelve a buscar en el pasado reciente un periodo que revisitar y sobre el que volcar, en consonancia con sus últimos textos, una mirada más amable que mordaz. El momento elegido es el de la Exposición Universal de Bruselas a finales de los cincuenta, cuando ya era evidente el despegue económico de una Europa no hacía mucho devastada, pero inmersa ahora en las tensiones de la Guerra Fría. Y el registro empleado es el que se corresponde con una mirada irónica pero comprensiva, el que mejor conviene a la entrañable comedia que resulta ser ‘Expo 58’.

En el punto de mira de Coe, al situar a sus personajes en alguna de las últimas décadas del siglo pasado, siempre ha estado la clase dirigente de su país y sus representantes políticos: sus torpezas, sus vilezas y sus ansias de perpetuación. En ‘El club de los canallas’ recreaba la década de los setenta y la forja de unas ilusiones barridas en la era Thatcher de los ochenta con su corrupta política de privatizaciones, tan cáusticamente dibujada en ‘¡Menudo reparto!’. El neoliberalismo sin escrúpulos de Blair recibiría lo suyo en ‘El círculo cerrado’, y su autor ya ha advertido de que ahora le toca el turno a la política de David Cameron.

La Inglaterra que Coe parodia en su última obra es la que intenta sacar ventaja de las nuevas relaciones de poder, la de los Servicios de Inteligencia y los espías de Su Majestad, la del eterno conflicto entre el inmovilismo apegado a las tradiciones y la apuesta por la modernidad, una colisión cuya síntesis, sabiamente explotada en los sesenta, inspiró el diseño del pabellón británico en la Expo. En realidad se pretendía dar al mundo una definición actualizada de “britanidad”, un concepto cuya interpretación, según el autor, está en la raíz de su novela.

Así que lo más apropiado era situar al protagonista de la historia en el centro de una intriga internacional en la que participan una pareja de agentes británicos con reminiscencias de comic belga; algún taimado miembro del KGB; espías americanos sin escrúpulos y una réplica de la máquina ZETA, el artilugio capaz de provocar la fusión nuclear expuesto en el pabellón de las islas. Aunque en realidad Thomas Foley, funcionario de la Oficina Central de Información, había sido designado inicialmente para supervisar el pub ‘Britannia’ que, como muestra de lo más auténtico del carácter inglés, forma parte de la exposición. Thomas, tan perdido como el Maxwell Sim de la última novela de Coe, deja ago a su mujer, una hija pequeña y la rutina de una vida hogareña para sentirse, durante seis meses, protagonista de ese mundo de progreso y concordia que representa la Expo. Y en ese entorno aislado en el espacio y el tiempo, la tentación en forma de azafata belga o empleada de Wisconsin se combinará con la sospecha de que su mujer podría serle infiel con su insoportable vecino.

Para acentuar la distancia con un tiempo en realidad no tan lejano, Coe llama nuestra atención sobre algunas cuestiones sociales hoy resueltas y algunos avances técnicos entonces innovadores: resulta chocante comprobar la extendida permisividad con el tabaco, incluso en las embarazadas; el carácter todavía exótico de la inmigración; el uso del término ‘gay’ sin el sentido actual; o la maravilla que suponían nuevos aparatos domésticos como la aspiradora. En ese contexto dominado por la ingenuidad y las ilusiones en un futuro sin límites, la Exposición resulta ser un decorado de cartón piedra, tan falso como alguno de los personajes que se mueven en su recinto acotado, fuera del cual el tiempo se acelera y la vida, la más prosaica, se acaba imponiendo.

Coe sigue así, con ‘Expo 58’, los pasos de William Boyd o Ian McEwan, al explorar las posibilidades del territorio explotado con tanto éxito por su compatriota Ian Fleming, y nos invita a disfrutar, hasta la sorpresa final, de una comedia ligera con la que viene a confirmar al sentido del humor como uno de las cualidades más productivas de esa buscada “britanidad”.

 

Reseñado por Rafael Martín

Escrito por Jonathan Coe

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Jonathan Coe (Birmingham, 1961) estudió en las universidades de Cambridge y Warwick. En Anagrama ha publicado siete novelas: ¡Menudo reparto! (Premio John Llewellyn Rhys y, en Francia, Premio al Mejor Libro Extranjero), La casa del sueño (Premio Writer’s Guild Best Fiction y, en Francia, el Médicis Extranjero): «Con ¡Menudo reparto! el talento de Jonathan Coe resultó indiscutible, y La casa del sueño, más comedida pero no menos innovadora, confirma que si se organizase un festival de escritores verdaderamente originales, habría que invitarlo a él» (Javier Aparicio Maydeu, El Periódico), El Club de los Canallas (Premio Arzobispo San Clemente, otorgado en Santiago, y Premio Bollinger Everyman Wodehouse): «Consigue algo que parecía imposible: la más colorida de las novelas sobre los años más grises» (Rodrigo Fresán, El País), El Círculo Cerrado: «Retrato perfecto de la Inglaterra de finales del siglo XX, lleno de sátira. Un libro altamente devorable» (Kiko Amat, La Vanguardia), La lluvia antes de caer: «Si buscan novelas que no se lean de un tirón y traten al lector con respeto, si les gusta desentrañarlas y demorarse en ellas, acudan a una buena librería, háganse con un ejemplar y elijan el momento más propicio para empezarla. Ya me contarán» (M. Rodríguez Rivero, El País), La espantosa intimidad de Maxwell Sim: «Continuamos adorándole» (Kiko Amat); «¡Genial! Pero ¿qué tiene este libro? La respuesta es sencilla: lo tiene todo. Buenísima, apasionante, divertida, cínica, tierna, única, pero el final es deslumbrante» (Javier Puebla, Cambio 16) y Expo 58.

Ficha técnica

PVP con IVA 19,90 €
Nº de páginas 312
Colección  Panorama de narrativas
Traducción Mauricio Bach
Bruselas, primavera de 1958. Bajo el plateado resplandor de las icónicas bolas del Atomium se inaugura la Exposición Universal. Un acontecimiento adornado con bonitos mensajes de concordia en plena Guerra Fría que pretende ser un escaparate de la floreciente sociedad de consumo: la energía nuclear se presenta como una inocua fuente de abastecimiento ilimitado y las aspiradoras y demás artilugios domésticos americanos dejan boquiabierto al público europeo. El rancio comité británico sobrelleva como puede las inevitables concesiones a la modernidad. Como contrapeso y orgullosa muestra de las viejas tradiciones, decide colocar un pub en su pabellón. Para supervisar el buen funcionamiento de este estandarte de las esencias patrias y de paso controlar las tendencias dipsómanas del encargado, envían a un joven funcionario, Thomas Foley, casado y con una hija pequeña. En la Expo de Bruselas, Foley descubrirá un mundo cosmopolita muy alejado de la grisura de su vida en Londres; coqueteará con Anneke, una encantadora azafata flamenca, y conocerá a un periodista ruso, a dos flemáticos espías británicos dados a filosofar y a una ingenua actriz americana contratada para hacer demostraciones del funcionamiento de las aspiradoras en el pabellón de su país. Mientras de la retaguardia le llegan indicios preocupantes de que su obsequioso e insufrible vecino está intentando seducir a su mujer, en la capital belga se verá empujado a hacer de espía amateur, tomando como modelo al héroe de las novelas de Ian Fleming. Y acabará descubriendo que entre las bambalinas del festival de la cooperación mundial que pretende ser la Expo, nada es lo que parece y nadie es quien dice ser. Mezclando comedia y novela de espías, Jonathan Coe ha escrito una estupenda muestra del mejor humor británico, pero también una certera reflexión sobre el engaño y las oportunidades perdidas.